Todo era careta
¿Se acuerdan cuando éramos más chicos y todo lo que hacían los que te caían mal era careta? ¿Que después te viste Atlanta y lo veías a Paper Boi diciendo que estaba “tratando de seguir verdadero” pero en el complejo entramado de las redes sociales y el lavado de identidades que suponen los hiperindividualismos con sastrería de algoritmos de likes es un toque… imposible?
Entonces, ¿apropiación cultural? Sí, apropiación cultural. Modas, subculturas, contraculturas, etnias, es todo lo mismo en un clusterfuck de porquería que se vende en instagram como “alternativo” porque el nuevo adentro es decir que estás afuera. Sin embargo, hay cosas para decir al respecto después del cinismo.
Desde la moda para que se entienda.
Hace unos años veía unos memes hermosos en donde había chicas góticas mirando con cara de ojete a todas las milis que ahora se hacen las darkys en las que se señalaba cómo la manera de evaluar las subculturas pasó de ser “gente rara” a ser “gente cool/valor agregado/individualidad/rasgo distintivo/competitividad social” gracias a que las estéticas curadas a las que antes no se les prestaba atención hoy en día son el objeto de consumo de millones.
Me hace acordar al capítulo de Los Simuladores en donde se habla del negocio de la contracultura. Bueno, siguiendo las mismas lineas, la contracultura ahora es el negocio más grande porque el inconformismo al que nos educaron los cinismos e ironías del posmodernismo se acoplaron de manera perfecta al mercado capitalista de chucherías anti mainstream.
Pertenecer, lógicamente, trae consigo una serie de símbolos que emanan de la convivencia y lo compartido. Estos símbolos no tienen porqué tener conexión con la relación que tienen las comunidades con el afuera. Sin embargo, pertenecer a una minoría es por lo general todo lo contrario a privilegio y comodidad, por lo que los símbolos con el tiempo se van transformando en medallas que la gente lleva con orgullo y signo de resistencia a una mayoría que quiere eliminar al otro.
En el caso de la moda y las subculturas, siempre surgen rodeando una idea o un concepto. Manejan un “campo semántico” -si se quiere decir- que determina muchas cosas en el uso de sus símbolos.
El Teddy apareció como respuesta al concepto de “adolescente” que surgió en la posguerra. El nombre “teddy” proviene de “Edward” ya que su vestimenta remite a la época edwardiana de sus abuelos.
A los bikers se les decía greasers porque estaban siempre cubiertos de grasa por trabajar en sus motocicletas. En un principio era peyorativo pero ellos lo tomaron como motivo de orgullo y lo resignificaron a su favor.
Dick Hebdige en su libro Subculture teoriza que las modas alternativas tarde o temprano terminan por ser asimiladas por las masas ya que su estilo cargado de simbolismo resulta contundente y atractivo para el consumo ya que generan, en su autenticidad, “ganas de pertenecer”. De esta manera, las mayorías dominantes terminan por desactivar el peligro que representa la otredad al minar sus distinciones y pasado conflictivo. Cuando todos pertenecen, ya no es de culto. Si ya no es de culto, es imposible generar consenso. Si es imposible ponerse de acuerdo, se lo individualiza. Si se lo individualiza, se le lava el sentido identitario. Se lo “diluye”.
Rudolph, de nariz roja.
Ahora voy a hablar de algo que no tiene tanto que ver con la apropiación de estos recursos pero es parecido y a veces se la confunde con eso. Supongamos.
Se detecta algo atractivo y se pone los ojos en su romantización. No importa lo choto que era ser geek en los 80’s, ahora sacamos una serie que romantiza la estética y hacemos que los hijos de Beef Tannen se vistan como el nene que Beef Tannen hubiese golpeado. Y después hacemos que todos los nenes golpeados por Beef Tannen, ya adultos, vean cómo los hijos de Beef Tannen la ponen vestidos como ellos se vestían y les hacían bullying por vestirse así.
Ahora supongamos otra cosa.
Tenés ocho años y empezás a llevar la vianda para almorzar en el colegio. Tu mamá te prepara un bento con comida tradicional japonesa llena de cosas que te gustan, entre ellas makis y futomakis (lo que ahora se le dice roll de sushi) pero tus compañeritos te dicen que comés bichos, que seguro son perros crudos. Entonces volvés a tu casa y le pedís a tu mamá que te prepare milanesa con papas fritas. Le rompés el corazón a tu mamá.
Años más tarde todos quieren ir a tu casa a comer porque es más rico y más barato que el sushi a sobreprecio mal hecho de los locales.
Rodolfo, de nariz roja, termina teniendo cosas en común con el sushi. La desviación a la norma será castigada a menos que genere capital, social, erótico, el que sea.
¿Cuál es la diferencia con la apropiación cultural?
La respuesta es que el bullying recibido no tiene relación alguna al significado del sushi, sino que es una noción adquirida en el individuo y no está cargada en el objeto. El sushi es una comida que puede tener simbología y una historia por detrás, pero que se lo coma alguien blanco o afrodescendiente no va a cambiar su significado en tanto el sushi como alimento, aún con su historia, sigue teniendo el fin de ser alimento en su origen y hoy en día también. Además, hoy por hoy, un japonés comiendo sushi está visto como algo que debe ser, que quizá hasta es la máxima representación de “lo que es” en tanto nadie nos va a romper las pelotas por comer sushi porque ahora está de moda, trascendió y es hegemónico.
En el caso de, por ejemplo, los cornrows, sí tienen un valor histórico y se le asocia un significado al objeto. Las cornrows justamente se las usaba como mapa de escape de esclavistas blancos por lo que alguien blanco usándolo resulta ofensivo para muchos. A eso, sumale que mucha gente afrodescendiente sigue encontrando problemas por usar el pelo así en el ámbito laboral y se le asocia con lo vulgar. El objeto trascendió pero la colectividad que originalmente lo usa sigue sin tener la libertad del uso.
El orientalismo
Para poder explicar mi punto, que es el exotismo, voy a tomar como fuente una simple descripción acuñada por Edward Said como “Orientalismo” que determina cómo Europa define Oriente para así poder definirse a sí misma en oposición. Esta misma definición es completamente extensible a todo África y Oceanía, incluyendo también a los pueblos originarios en América.
Said argumenta que Europa a lo largo de los siglos ha definido al resto del mundo como inferior, incivilizado y extraño. Dejando de lado la lógica antigua de darwinismo social que terminó desencadenando en cosas como charán charán el nazismo*, es importante entender que la instalación de estas ideas hoy siguen estando vigentes en el establecimiento de la normalidad que impone a Occidente como varilla. Si el resto del mundo es inferior, incivilizado y extraño, entonces por supuesto Europa y todos sus descendientes son superiores, civilizados y normales.
De esta manera, a lo largo de la historia han habido prácticas casi filológicas de analizar el resto del mundo como medio de justificación del poder de Europa y sus descendientes repartidos por el globo.
Esto genera un “visor” de realidad que condensa los preconceptos por sobre la identidad de una persona, acentuando así los rasgos preconcebidos y minimizando los aspectos menos delimitables. “El japonés es tintorero, un empresario sumiso; el musulmán es un terrorista, sea del país que fuere; la mujer extranjera es exótica e hipersexualizada”. Casi no son humanos.
La peor parte de esto es que nos genera un truco: disfraza la ignorancia por conocimiento.
Nos hace creer que pensar que en el resto del mundo las cosas son así o asá es conocimiento porque se trata de información adquirida con construcciones históricas. Entonces creemos que la caracterización que se hace de los lugares son representaciones fidedignas y que se está estableciendo un intercambio cultural simétrico.
*El nazismo, por ejemplo, se apropió de la cruz esvástica de la India y básicamente la hizo mierda. En Japón se la usa para señalizar lo templos pero para las olimpiadas 2020 para evitar confusiones y conflictos se decidió cambiar el símbolo en los mapas y señalizaciones.
Última cosa a pensar: El White Washing
“El héroe no puede ser oriental porque sino la gente no se siente identificada.” Así que agarramos una trama en oriente, la decoramos un toquecito para que tenga preceptos más occidentales y PUM, metemos a un chabón rubio a actuar con toda la pimienta que lo no-blanco nos brinda.
Pareciera que lo que nos están queriendo dar es todo lo cool de ser étnico con todo lo bueno de ser blanco y nada de lo malo de ser racializado.
Entonces, apropiación
La apropiación cultural entonces está claro que está sujeta a conceptos previos que la enmarcan en una historia de injusticias que deben ser tomadas en cuenta a la hora de hablar de lo que propiamente es llamado “apropiación cultural”.
Es claro que estamos discutiendo sobre relaciones asimétricas de poder, pero, ¿en qué momentos la relación es simétrica si la relación está dada en coyuntura con todos estos factores determinantes?
Yo les di fuentes pero sigue siendo muy difícil de darles una respuesta apropiada y objetiva sobre lo que es “apropiación cultural” cuando el impacto es tan variable. Además, suena tremendamente academicista solicitar bibliografía que avale los puntos de vista de pueblos oprimidos en tanto no tienen el mismo acceso a la educación o culturalmente se les da menos chances para formalizar una lógica de la contraargumentación. Por ahora lo que se tiene son éticas materiales, son consecuencias de un problema que requiere de atención de las mayorías para empezar a salir a la luz de una manera más coherente y menos bastardeada.
Para ello se necesita de interesccionalidad, de empatía y de aplicar conceptos adquiridos en otras luchas para poder comprender de una manera mejor las problemáticas de sectores que todavía, por diferentes motivos, no han sabido estructurar o difundir un marco teórico viable.
Esto, lamentablemente, quiere decir que nosotros tenemos que ser lo más cuidadosos a la hora de usar terminología. No podemos deshacernos de la particularidad a situaciones dadas porque por regla general esto generará rechazos que ya están demasiado anquilosados en la sociedad.
Al mismo tiempo, buscamos referentes y autoridades en lugares que, a priori, serían los lógicos pero con un poco de inspección no resultan ser los más apriopiados. Dicho en criollo: ¿qué carajo le va a importar al japonés que vive en Japón que en Argentina estén disfrazados con kimonos? A ellos no los ofende porque no les interpela. Es más, promociona de alguna forma la cultura y aumenta el turismo de cierto modo. ¿A quién le importa? A la piba viendo cómo la que le decía china de mierda se hace la linda con un qipao y todos la validan.
En resumen: “Todo lo cool de ser étnico sin nada de lo malo de ser de color”.
¿Qué te jode entonces?
El problema está entonces en aquello que se hace por motivos superficiales sin consideración por sus orígenes y razones. Este privilegio de ignorar nace de no pertenecer a la minoría y por ende no trae las connotaciones negativas que por lo general lleva consigo per se. Lo que jode es la ignorancia y el ventajismo.
En la desesperación por pertenecer de un jóven promedio uno termina tomando elementos sin dar cuenta del sufrimiento histórico de las colectividades que dieron con esas tradiciones. En la exaltación de las características preconcebidas apropiadas se simplifica la cultura de la minoría y así se le diluye su herencia.
¿Y qué hago ahora?
No puedo hablar por todos pero mi opinión es bastante sencilla: sientan curiosidad.
No es tan grave que no sepas las cosas. A cualquiera le puede pasar y la verdad que lo que más molesta es la hipocresía. No tanto que alguien use las cosas; sino que ese alguien haya contribuido a que la pases mal activamente.
El mundo es un lugar gigante y divertido. Todas las culturas de la humanidad tienen cifrada en sí los códigos inefables de la circunstancia y el entendimiento. En el cobijo de ver que hay algo más grande que nosotros podemos descansar de la angustia y la vergüenza.