Hamlet, Acto I, Escena I
En la calle de la estación terminal de Arashiyama se escucha el ruido apabullante de los rápidos que atraviesan el pueblo. Sólo se ven luces tenues que provienen de las máquinas tragamonedas que están dispersas cada varios metros. Al final de la calle se encuentra la estancia de los Murata.
HARUTO – Menos mal que los trenes son puntuales, sentí que nos íbamos a quedar en La Lucila.
MALENA – Haru, prendé la linterna que no veo nada.
HARUTO – Bueno, ahí va, bancá que tengo frío y no quiero sacar las manos de los bolsillos.
MALENA – ¿Haru? Dale, no te veo.
HARUTO – Acá estoy, acá estoy. Qué miedosa que sos, eh.
MALENA – Dale, tarado, yo no tengo batería, si te pierdo no llego más al hotel. ¿No ves que no se ve una mierda y encima está todo en nihongo?
HARUTO – Sí, mirá si te caés en uno de estos ríos. A esta hora, no salís más.
MALENA – Ay, boludo, no digas esas cosas.
HARUTO – Bueno, bueno, ya llegamos al ryokan igual. ¡Cómo aturde el ruidito este, eh! ¿Estarán los Murata en la recepción todavía? Es bastante tarde.
Están TETSU y HITOMI MURATA en la recepción. Se escucha por detrás el río y el zumbido de las luces de tubo. Se puede escucha el segundero del reloj.
TETSU y HITOMI – ¡Buenas noches!
HARUTO –¿Oh? Están los dos. Buenas noches.
TETSU – Hoy estamos los dos ocupando el mismo puesto. No la quiero dejar sola tan tarde, mirá si se me asusta de nuevo y despierta a los clientes.
HITOMI – ¡Esta vez no me voy a asustar! ¿Pasearon mucho?
MALENA – Sí, llegamos justo para el último tren de las doce.
HARUTO- Ah, anoche entonces se apareció. ¿No?
MALENA – Callate, callate, no quiero saber nada.
TETSU – Yo estaba durmiendo, así que ni me enteré. Puede ser porque por estos ríos se ahoga mucha gente y toda esa energía después se queda dando vueltas, viste…
MALENA- Y vos que me andabas jodiendo con eso. ¿No será este ruido constante que los hace imaginarse cosas? Re parece que algo te va a agarrar del tobillo y te va a meter al agua.
HITOMI- Por lo general estas cosas pasan cuando llega la crecida. Para mí a la noche sale algo del río. Aprovecha que la corriente aturde para que no se escuche cómo chorrea mientras sale.
HARUTO – Me hace acordar a las historias que cuenta mi vieja.
HITOMI- ¿En capital no creen mucho en los yōkais?
MALENA – ¿Yōkais?
HARUTO- Son “entes”, incluye desde monstruos hasta fantasmas o cosas desconocidas.
MALENA – Ah, más o menos, yo no creo en nada de eso pero siempre está ese miedo de que por ahí me equivoco.
TETSU – ¿Quieren quedarse entonces? Les preparo un poco de ochá y me voy a dormir. (Sale.)
MALENA- Ay, no, no, yo me voy.
HARUTO- Bueno, ¿pero te la vas a bancar sola en el cuarto? Con el ruido del río desde la ventana… Mirá que yo me quedo, eh.
MALENA- Ay, bueno, pero yo mejor me compro un café en la maquinita. ¿Y qué opina Tetsu?
HARUTO – Y… Debe ser como yo, seguramente cree que existan esas cosas pero le chupa un huevo.
MALENA – ¿Y cuando aparece “eso”?
HITOMI- Más o menos a ésta hora es la crecida, después del último tren de las doce, cuando casi no se escuchan nuestras voces del ruido que hay. Yo estaba acá en el mostrador organizando las reservas y sentí mucho olor a humedad. Ya a la mañana había encontrado en las escaleras de la entrada unos pelos largos negros todos mojados…
(Sale la criatura, es una mujer azul, hinchada por el agua, el codo dislocado por las rocas, con el pelo en su cara chorreando agua helada. Su cabeza está levemente inclinada, como si ahora fuese su posición de reposo.)