Los recursos que usamos para no sentirnos menos

El último tren llega en cámara lenta mientras se dicen cosas en japonés. Es todo un plot device de meter elementos orientales para que todo quede más cool. Se bajan muy pocas personas y no se aclara para darle suspenso a la aparición de los personajes.

Mientras, un guardia duerme en su garita con el partido por la radio de fondo como todos los estereotipos de guardia. Desde la ventana se puede ver a dos hombres, que ahora vamos a introducir, bajar por una escalera y la luz amarilla se ve cálida en contraste con la luz de tubo de la garita y hace que se vean como en una de esas películas francesas que miran los que se creen mil.

— ¡Inicio el diálogo sin esclarecer nada porque queda más sorprendente! —

— Callate bobo, ¿no ves que me tenés que hacer caballito para que el diálogo sirva para avanzar la historia? — de manera reiterativa, el primer personaje del que no se aclara nada le hace caballito al segundo que tenía una camisa hawaiiana.

El de camisa hawaiiana le tira pintura a una cámara de vigilancia y ahora introduzco al de abajo, que ya está cansado de hacerle cococho al de arriba.

Se llama Culo, porque es un nombre asqueroso y gracioso. Todo lo falopa fortalece el estilo de la narración.

— Me estoy cansando, ¿Ya terminaste, Holden? Se llama así para denotar que leímos El Guardián entre el Centeno. —

De pronto, y como todos sabemos, el guardia se despierta y trata de ver las pantallas de vigilancia. Ve que una está negra y le parece raro. Baja las escaleras y se encuentra con algo increíble en la pared y no lo aclaro ahora para generar suspenso.

El guardia se pone los lentes porque no ve bien y esa acción dilata los tiempos y da más suspenso. El guardia abre los ojos en todo asombro y lee en voz alta:

— “Este estilo de narración tampoco es disruptivo”.