La llanura de las camas
Es claro que nuestro intento de ordenar las comidas del día en tres, y de repartir los horarios laborales y los de sueño en cierta disposición, no son sólo consecuencia de nuestro reloj biológico, sino por el contrario, una arbitrariedad.
Es irónico que la negación del antojo ante la productividad genera desperdicios irrecuperables. Desde la división de las horas romanas hasta la numeración sexagesimal que heredamos de los sumerios, no sabemos qué hacer con las horas de sueño.
Maki era hikikomori. Ella querría tener un novio, pero sus simulaciones eran más importantes. No me refiero al orden de sus prioridades con esta afirmación sino al claro impedimento social que supone dedicarse con esmero al trabajo de reproducción en el campo de la computación.
El encierro era una de las mejores maneras de limitar el ya infinito número de variables que ingresaba a su mente. El mínimo cambio, supongamos, un gorrión aterrizando en su ventana del barrio de Flores, implicaba un sin fin de introducciones y reformulaciones a toda su teoría de simulación.
Su departamento de un solo ambiente le permitía un espacio medianamente sellado para poder ingresar la información a su simulador de manera detallada sin la influencia significativa de elementos contaminantes.
Una vez pasó nueve semanas viendo un tomate pudrirse en la mesa. El olor, los líquidos purulentos y su viscosidad ingresaron en la base de datos de Maki para poderse triangular con la información ya procesada de otros alimentos podridos.
En otra ocasión, Maki arrancó los pelos de su pierna uno por uno con una pinza de acero que compró online. Luego hizo un pequeño pico enrollando un algodón y absorbió la sangre que ocasionalmente salía de alguno de los poros dilatados de donde los pelos fueron arrancados.
El caso que nos interesa es el siguiente: Maki trabajaba en sus simulaciones con un grupo de sociólogos del CONICET como Tao Lin y Ricardo Strafacce.
Quiso indagar en algunas de las cuestiones que competen a los humanos para poder mejorar su simulación, por este motivo envió un mail a la institución preguntando por el significado de la siguiente frase que leyó:
«La madre, cogida como los dioses durante toda la noche después de la paliza, ni siquiera notó la desesperación del niño (de El niño y su relación con la madre) y perdió los estribos como una yegua. Recordó la enorme verga de su marido, que explicaba su conformidad con un destino de casi maestra y el riesgo de la apretada cerca...»
Maki aguardó aproximadamente seis horas frente a la pantalla a que el correo fuese contestado, sin entender el motivo por el cual la respuesta tardaba tanto más de lo usual.
Decidió interrumpir su simulación para intentar responderse a sí misma de la única forma que conocía.
En la actual simulación, la capital de Japón no se trata de Buenos Aires, sino que Buenos Aires es la capital de un país llamado República Argentina, la cual, en lugar de tratarse de una isla estrecha, contaría con dimensiones enormes y una larga llanura casi interminable.
En dicha simulación, Maki supuso la siguiente situación hipotética. Creó un Tao Lin y un Ricardo Stratafacce, creó una Maki enviando un mail e ingresó las variables para poder analizar los datos. Resulta que no le contestaban porque ambos sociólogos se encontraban durmiendo.
Si bien esperar no era un problema, las modificaciones exitosas habían entusiasmado la curiosidad agorafóbica de Maki. Como juego, y tal vez también como desafío, planteó la siguiente proposición en su pizarrón:
«Cuando el mundo entero duerme, la soledad es obligatoria para los despiertos. En ese caso, aquellos que elegimos aislarnos voluntariamente nos enfrentamos al desperdicio de no relacionarnos, sin importar que cuando teníamos la oportunidad elegimos no hacerlo. Tal es el caso de rechazar un postre por no desearlo en horario de comida y luego odiarte cuando más tarde se tiene hambre. Las funciones orgánicas no son organizables a voluntad, y en última instancia, el uso del tiempo es una operación matemática.»
Ante esta hipótesis, Maki propuso matematizar las funciones orgánicas. Hizo correr las variables en su simulación y las hizo entablar conversación con las variables ya cargadas de nuestra realidad. Ahora no importaría el sueño o el hambre; sólo quedaba el acto de dormir y el acto de comer.
En un principio la simulación comenzó eliminando el almuerzo, generando dos comidas más cuantiosas y de mayor duración. En lugar de tres comidas de cuarenta minutos, comían dos comidas de una hora para poder trabajar más en el horario del mediodía.
Luego de unas horas de observación acelerada, la cultura se había modificado completamente.
Como los humanos utilizamos aproximadamente dos horas diarias para comer, la cultura sin hambre decidió sacarse de encima la necesidad de alimento comiendo los primeros seis años de vida. De esta forma, luego de cumplidos los seis años de edad, ya no tendríamos que perder el tiempo en comer.
En cuanto al sueño, nuestra cultura y mitología se enfocó completamente en ella. Los humanos al necesitar al menos ocho horas de sueño por día, invertíamos un tercio de nuestras vidas en dormir.
En la simulación todo estaba pensado en ese último sueño. En lugar de irse a dormir un tercio del día, el humano esperaba a que se terminase el segundo tercio de su existencia para poder ir a dormir un largo sueño. En lugar de enviudar, las personas esperaban este momento para poder ir a acostarse con sus parejas hasta que sus vidas se acabasen abrazados. El sueño era un intermedio que se fundía con la vida y la muerte como un degradé. La ropa más elegante se convirtió en el pijama y el lujo era el de las camas.
Un gesto que se volvió muy popular fue el de buscar parejas que compartiesen el mismo cumpleaños para que además de coincidir en su sueño, coincidieran en su muerte y no hubiese momento de dormir solo.
Además de cementerios, La Simulada República Argentina, tenía una interminable llanura de camas en donde parejas se acurrucaban y solteros se desparramaban en sus camas por igual.
Maki se fue a dormir pensando que la siguiente mejor opción es la de poder dormir cuando le place.